El 10 de octubre, en el marco del Día Mundial de la Salud Mental, es esencial dirigir nuestra atención hacia la crisis creciente que afecta a miles de personas en el país. La salud mental no solo está relacionada con el bienestar emocional de los individuos, sino que su impacto se extiende a todos los ámbitos de la vida, desde el hogar hasta los entornos laborales y educativos. Este problema, que continúa en ascenso, exige un enfoque integral y coordinado entre todos los sectores de la sociedad.
En Perú, la situación es cada vez más preocupante. Entre enero y junio de 2024, más de 900 mil personas recibieron atención por trastornos mentales y problemas psicosociales, de acuerdo con los registros del Ministerio de Salud. Estos datos revelan que la ansiedad y la depresión son las afecciones más frecuentes, afectando a más de 220 mil y 130 mil personas, respectivamente. Además, los trastornos emocionales en niños y adolescentes superaron los 129 mil casos, lo que subraya la vulnerabilidad de las generaciones más jóvenes. Las situaciones de maltrato, con más de 123 mil casos, también son alarmantes, destacando la urgencia de abordar este problema de manera inmediata.
Frente a esta realidad, es crucial adoptar medidas concretas para enfrentar los desafíos de la salud mental. Una de las estrategias más efectivas es fomentar un entorno de apoyo tanto en el hogar como en el trabajo, donde las personas puedan expresar sus emociones y recibir orientación cuando sea necesario. La promoción de la inteligencia emocional, el desarrollo de habilidades para gestionar el estrés y el acceso a espacios seguros de conversación son pilares que pueden marcar una diferencia en la prevención de trastornos más graves.
Asimismo, es vital que las empresas tomen un rol proactivo en la protección del bienestar mental de sus trabajadores. La implementación de evaluaciones de salud mental periódicas, junto con programas de prevención y manejo del estrés laboral, contribuyen no solo a mejorar la calidad de vida de los empleados, sino también a potenciar la productividad y reducir el ausentismo. Las organizaciones deben promover una cultura de apoyo emocional, donde se priorice el equilibrio entre las demandas laborales y el bienestar personal.
Finalmente, es necesario que el acceso a los servicios de salud mental sea una prioridad en las políticas públicas del país. Esto implica aumentar la inversión en infraestructura y recursos humanos para brindar atención oportuna y de calidad a todas las personas que lo necesiten. De igual manera, es importante continuar con la educación y sensibilización sobre la importancia de la salud mental, desafiando los estigmas y fomentando una sociedad más comprensiva y solidaria.
En este Día Mundial de la Salud Mental, es un buen momento para recordar que cuidar de la salud mental no es solo una responsabilidad individual, sino un compromiso que debe ser asumido por todos, desde las familias hasta las instituciones, para garantizar el bienestar colectivo.